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jueves, 28 de enero de 2010

El Crímen de la Calle Pavón



La muerte de Arturo Laurora

(esta foto de Arturo, muy mala dada su antigüedad fue consignada sólo a efectos de comprobar que no era un tonto gordito que pedía caramelos, como decía el Petiso, sino un adolescente bien parecido)




Había muchas cosas en este caso que no me cerraban. Cayetano, en su Indagatoria, se había adjudicado el crimen, pero…


Los psiquiatras aseguran que los asesinos seriales tienen por costumbre adjudicarse casos en los que ellos no han intervenido, buscando una notoriedad absurda… ¿Cómo podría haber hecho el “Petiso” para vérselas con un adolescente de 13 años bien alimentado y de estatura normal cuando él era tan pequeño y enclenque? Para comprender este asesinato debía conocer, ¡a fondo!, quién era “Arturo Laurora Rossi”. Para ello confeccioné su Carta Numerológica.

Las letras de su Ego superan el 28% del total, esto me mostraba un espíritu astuto y agresivo. Tenía necesidad de dominar. Su Yo era potente y demoledor, así también lo muestra su eje 1-2-3 (el Ego), que suma 9, es la columna dominante, lo que indica que ante todo le preocupaba su propio bienestar.


Pocos escrúpulos. Podía decir que estos valores me indicaban el paroxismo del Yo y una gran tendencia paranoica.


El 33% que sumaban sus letras de valor “9” (I2) me hablaba de un equilibrio psicológico frágil. Estados emocionales extremos que conducen a situaciones extremas. Pérdida de noción de la realidad. Peligro en muchas de sus experiencias.


Sus números kármicos:


El 4: Dificultades para adaptarse a la realidad concreta y material de la existencia. Acumulación de negligencias, lo que provocará replanteamientos desagradables. Falta de tenacidad y concentración. Buscaba soluciones fáciles para realizar el mínimo esfuerzo, aunque sólo sea en las tareas domésticas de la vida familiar.


El 5: Rarísimo karma de consecuencias múltiples. El individuo se resiste a los cambios que se le presentan o, por el contrario, abusa de su libertad personal en el ámbito sexual, con los peligros que esto implica. Los excesos son los que dominan. Todos los demás números están influidos por la ley de causa y efecto. De este aspecto kármico se desprenden: falta de comprensión, de adaptabilidad y de tolerancia.
La noción de placer sano y natural, relacionado con el patrimonio adquirido gracias al trabajo, es inexistente.
La existencia estará marcada por imprevistos, experiencias múltiples, cambios brutales, para bien si el individuo se adapta y para mal si se resiste.


El 7: No tiene confianza en sí mismo, tampoco en los demás. Angustias, fobias múltiples, repliegues sobre sí mismo. El número 7 aísla y debilita el ámbito psíquico.
En caso de rechazo sistemático de cualquier forma de elevación espiritual, el individuo efectuará “su travesía del desierto”, la soledad y la miseria lo acompañarán en este viaje.


El 8: Actitudes, comportamientos, reflexiones y estrategias a veces desconcertantes. Muy entero en los pasos a seguir, tiene actitudes extremas relacionadas con un juicio defíciente. La inexperiencia y la falta de consideración por los demás, son la causa.
El valor del dinero y la búsqueda de poder ocupan un lugar de privilegio, con las desagradables consecuencias relacionadas con el karma. Las sanciones del 8 pueden ser temibles si el individuo sólo cuida su ego, y más que el aspecto financiero, es el físico lo que puede verse afectado (enfermedades, accidentes, etc.).


Los números kármicos sumados (4+5+7+8) me daban como resultado 24, este número es duro e implica errores de recorrido que será necesario asumir. Se tendrán que hacer sacrificios para poder partir de nuevo. El nivel afectivo es el más sensible y difícil de esta vibración, dificultades relacionales con las mujeres. Será necesario dar mucho para obtener resultados alentadores.


El 24 reducido da 6: revela que las condiciones familiares en la infancia eran desfavorables para el desarrollo armonioso del niño, es decir que ha existido un sufrimiento interior, potentes frustraciones que pueden orientar al individuo a proyectar su problemática en su círculo de relaciones externas. Esto puede dar nacimiento a situaciones conflictivas de todo tipo.


Por último el 7 y el 8 kármicos, aunados, determinan relaciones interesadas.


Para redondear esta numerología diremos que: Arturo tuvo un padre débil y adictivo (probablemente alcohólico), pero era imposible en esa época tratar de poner una sombra de duda sobre un empleado de Gath & Chávez, eran como los bancarios: ¡intachables e intocables!


Su madre, muy autoritaria, tenía también, rara coincidencia, el 5 y el 8 como números kármicos, lo que nos indica la desmedida búsqueda de poder a través del sexo. Tengamos en cuenta que: un niño de 13 años, por pesado que sea el karma que pese sobre él, no monta, por propia iniciativa, un negocio sexual, esto fue copiado, seguramente, de situaciones que se daban en su hogar.


Arturo era una persona totalmente superficial .


El 18, suma de su primera fila, nos habla de que vivía su propia realidad, llena de espejismos y fantasías...


Su cinco final nos comunica la existencia de una personalidad totalmente adictiva.


Mi conclusión fue: Arturo Laurora Rossi, (hijo de “un oscuro empleado de Gath & Chaves”, hombre débil, tal vez alcohólico y pegador, que no podía o no sabía proveer a su familia de sus “necesidades mundanas” y de una mujer , calculadora, autoritaria y fría, que se proveía a sí misma de todos sus caprichos utilizando el sexo) vivía al filo de la navaja, moviéndose en un medio de corrupción que lo llevó a la muerte, pero esta muerte no fue provocada por el “Petiso Orejudo”.


Consulte todo tipo de datos periodísticos y médicos que pudieran cimentar este descubrimiento.


Los datos periodísticos de la época diferían en muchos detalles importantes:
Cuenta Leonel Contreras:
· “El 26 de enero de 1912 un aterrador hecho policial conmovió a la opinión porteña. El menor Arturo Laurora, de 13 años de edad, había sido encontrado muerto en una casa desocupada de la calle Pavón. La casa se encontraba disponible para alquilar y dos personas que la visitaban habían encontrado el cuerpo del menor en la pequeña sala contigua a la cocina. El cuerpo se hallaba tendido de cubito dorsal, con las piernas extendidas y entreabiertas, el brazo izquierdo extendido formando ángulo recto con el cuerpo y el derecho flexionado. Solamente llevaba una camisa con manchas de sangre. Sobre el piso, tirados, se hallaban un pantalón azul, una correa con hebilla y unos zapatos de hule. (Todo el escenario de una violación ¿no?) Alrededor del cuello, un piolín atado a un cordel. El joven había desaparecido de su casa el día anterior. Todas las pistas llevaban a una supuesta banda implicada en el delito de corrupción de menores, sin embargo, el caso quedó impune”.


Según María Moreno:
· “Arturo era un joven regordete (de 12 a 14 años), cuyo padre era un oscuro empleado de Gath & Chaves”. (Pude comprobar en una foto de la época, publicada en la página de Internet del Petiso Orejudo , que esto no era así: “Arturo era un bello adolescente, no poseía adiposidades que afearan su aspecto, tenía hermosos ojos y a pesar de su corta edad una buena estampa”)


Seguramente, su progenitor lo había llevado a conocer, de chico, a “Papá Noel” en vísperas de Navidad. No hay nada peor para un niño pobre que ver toda esa magnificencia, escribo esto por experiencia propia, a mí me sucedió: “en lugar de ponerme contenta con todo lo que veía, me deprimí pensando en todo lo que nunca podría tener”.


En “El Petiso Orejudo” dice que: “Los Doctores que revisaron el cadáver de Arturo dijeron”:

Dr. Veyga: “Desfloración rectal”.

Dr. Cassini: “Distensión abdominal por gases de putrefacción, cianosis de la cara y miembros superiores y signos de violencia salvo en la región anal donde descubrió demasiada distensión del esfínter con ligera equimosis (moretón) de la mucosa”.

Según los libros:
“Arturo, formaba parte de una barra de adolescentes que se reunía en la esquina de su casa”.


“Andrés Cullares, amigo de Laurora, dijo que el 23/01/1912, en Solís y Cochabamba, se les acercó un hombre: rubio, alto, delgado, de alrededor de 30 años, traje blanco y le ofreció dinero a Arturo para que lo acompañara. El joven volvió rato después con varias monedas de 25 centavos”.


“Andrés dijo que su amigo podría haber ganado más de un peso si lo acompañaba más lejos, pero que había que tener cuidado con La Mano Negra (supuesta banda de corrupción de menores que se dedicaba al rapto de niños en esa época)”.


“El hermanito menor de Arturo confesó que, el día de la desaparición de su hermano, lo había visto con un hombre corpulento de bigotes negros, que llevaba traje y sombrero”.


“El mismo día, la sirvienta del dueño de la casa de la calle Pavón dio una descripción idéntica del hombre que retiró y después devolvió las llaves de la casa para visitarla”.


“En los bolsillos de Arturo se encontró una moneda de 25 centavos que los padres juraron no haberle dado…”
¡Veinticinco centavos de esa época! Con ese importe se almorzaba, de maravillas, ¡dos veces!, en un restaurante. (“restaurante” no “bodegón”).


En el artículo “Malos Tratos Infantiles” del Departamento Didácticas Especiales y Pediatría de Tafira, Las Palmas, leí lo siguiente: “la forma de lesión, en ocasiones, reproduce casi fotográficamente el objeto utilizado”. “Puede tratarse de equimosis, el clásico moretón, petequias o hematomas”.


En el apartado “Manifestaciones clínicas del abuso sexual”, el mismo artículo, manifiesta: “se considera como tal los contactos o interacciones entre un adulto y un niño, cuando éste es usado para la estimulación del abusador u otra persona, puede realizarse sin violencia o forzando la voluntad del menor”.


Continúa así: “A veces el abuso sexual se realiza sin violencia, de forma solapada, mediante subterfugios, para ganar la voluntad del niño, involucrando a niños y adolescentes en actividades sexuales que no alcanzan a comprender plenamente y ante las que no están capacitados para dar o negar su consentimiento”.


Pero creo que Arturo sí sabía de que se trataba, el artículo define la “Hebofilia: es el nombre técnico del comercio sexual entre un adulto y un adolescente”. Suena feo ¿no?


Por último, continúa: “En muchas ocasiones el examen físico es normal en niños que han sido abusados sexualmente”. “El esfínter anal es flexible y previa lubricación puede permitir fácilmente el paso del pene u otro objeto sin lesionarlo”.


Ahora estaba segura, Arturo Laurora tenía montado, hacía tiempo, dada la extremada dilatación de su esfínter, un pequeño comercio de intercambio sexual por dinero, había tenido una relación reciente dada la leve equimosis encontrada por el Dr. Cassini, pero por algún motivo, que no conozco, se encontró con un asesino que lo obligó a bajar la persiana de tan fructífero comercio.


A esta altura decidí volver a Cayetano:
Repetí para mí misma: ¿Cómo podría el Orejas, midiendo 1,45 metros y siendo tan esmirriado, manejar a su antojo a un adolescente de 13 años de dimensiones normales?


El “Orejas” declaraba sobre Arturo, según María Moreno:
“Tenía cara de idiota y hasta la puerta de la calle Pavón me acompañó sin chistar, reclamando caramelos”. ¿Qué inocencia, no?


Sinceramente no creo que un adolescente de 13 años, con los antecedentes de Arturo, se haya dejado embaucar por un puñado de caramelos, él mismo, si así lo deseaba, los hubiera comprado con las ganancias de su oscuro negocio.


Posición del cadáver: Leonel Contreras en su libro dice que se hallaba tendido de “cubito dorsal”. En el artículo “Las psicopatías. Su revisión conceptual” dice “boca abajo”, el Orejas en su Indagatoria declara que lo dejó “boca abajo”.


¿Tenía que deducir qué el pobre Arturo, estrangulado y, seguramente, con lesiones cervicales severas se dio vuelta solo?


Otro detalle que me llamó la atención fue: “habían amordazado a Laurora, introduciéndole un pañuelo en la boca”. Los niños pobres como el Petiso no usaban pañuelo, “se limpiaban los mocos con las mangas de su ropa o con las manos”.


El pañuelo que tenía Arturo en la boca, estaba segura que si hubiera sido estudiado con detenimiento, habría dado la pista de la identidad del asesino, porque debía tratarse de una prenda como la que usaba un “caballero” de la época, “tela fina, seguramente inglesa, e iniciales bordadas…”.


Cayetano fisgoneaba por todos lados y en sus bolsillos se encontraron varios recortes de diario, uno del asesinato de Laurora, se los hacía leer a un vecino del conventillo, ya que él era analfabeto.


Seguramente, el verdadero asesino de la calle Pavón, también conocía las andanzas del Petiso, por los diarios y las noticias de la época, o simplemente confió que el asesinato sería atribuido a la tan famosa “Mano Negra”.


El Orejas para darse crédito, confesó este asesinato, pero hubo una cosa que llamó la atención del interrogador: “la posición en la cual el Petiso dijo haber dejado a Laurora era la inversa a la cual tenía el cadáver cuando lo encontraron”. Pero total: “el caso estaba resuelto”.


Ya en Ushuaia, con la terrible condena sobre sus espaldas, declaró ante la Junta de Clasificación del Penal, que: “él no había asesinado a Arturo Laurora, que lo había declarado para ser más famoso”. Por supuesto, quedó registrado, pero nadie le presto atención.


Pobre Petiso, como si no hubiera tenido suficientes detractores, él mismo se convirtió en “su más ferviente enemigo”.

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